Haciendo uso de mi libertad de expresión, de nuevo, me voy a permitir
opinar sobre las modas educativas desde el sentido común –obviamente, de lo que
yo considero que es sentido común- y desde el conocimiento de la realidad que
me permite llevar lidiando con el sistema educativo español y con las familias
de muchos niños de altas capacidades intelectuales y de necesidades educativas
especiales como profesional del derecho.
Que el sistema educativo español, tal y como lo conocemos, necesita de un
cambio, parece ser últimamente la frase predilecta de muchas personas en este
país nuestro. Lo dicen las cifras de
fracaso escolar y de paro juvenil y lo muestran las estadísticas sobre nuestro nivel
educativo realizadas por organismos internacionales como los informes PISA, OCDE, PIRLS y TIMSS, que
nos sitúan a la cola de los países desarrollados; lo dicen los propios docentes
y los padres y se hacen eco de ello las redes sociales y los medios de
comunicación, tanto es el clamor que ha llegado incluso a los políticos, aunque
de aquella manera tan española:
-rasguémonos las vestiduras pero no hagamos nada- , léase “una reforma del
sistema educativo en profundidad, de verdad” porque eso cuesta mucho trabajo:
hay que hacer estudios serios, hablar con auténticos expertos, hacer reformas
que pueden crear ampollas sociales, …, incompatibles en muchos casos con las
políticas de amiguismo y buen rollito del consenso político y social-.
Los propios avances científicos en temas educativos indican que la forma
en que se está enseñando a nuestros menores no es la más adecuada y que no se
respetan ni los ritmos de evolución del desarrollo de los niños, ni se utilizan
las formas más efectivas para enseñar; pero una cosa es que lo diga la ciencia y
otra muy distinta que lo adopte la administración.
El problema de afrontar esta situación es que nadie parece tener claro
hacia dónde dirigir este cambio educativo y cómo hacerlo compatible con el
mundo que nos rodea y con la realidad administrativa/funcionarial que tenemos.
Como pasa siempre, la realidad social de esta necesidad de cambio en
nuestro país, se está manifestando en la creación de nuevos Centros Educativos
para todos los gustos, -pero no siempre para todos los bolsillos-, basados en cualquier
proyecto que suponga una alternativa a
la pedagogía tradicional, por lo que se
muestran opciones muy diversas: escuelas libres, escuelas bosque, colegios
Montessori, colegios Walldorf, comunidades de aprendizaje, escuelas Reggio
Emilia, institutos que trabajan por proyectos, asociaciones dedicadas al
estudio y divulgación, colegios públicos que en parte o totalmente están
adoptando alguna de estas pedagogías, educadores en casa, etc. y para los más
peques, grupos de crianza y madres de día.
Padres implicados en la educación de sus hijos están
dispuestos a invertir sus esfuerzos personales y económicos en esta actuación, que, al fin y al cabo, es la
única herencia real que pueden dejarles para que dispongan de un “futuro
mejor”; educación que les debe conducir a ser ¿qué?: mejores personas,
personas felices, mejores estudiantes, mejores profesionales, personas
exitosas, personas con futuro, …, teniendo en cuenta que ninguno de esos conceptos se
encuentra clara y objetivamente definido en parte alguna.
Desgraciadamente me ha tocado en estos días vivir dos
situaciones reales de dos versiones de estos métodos educativos alternativos:
Ayer me llamaba una madre que se acababa de encontrar con
una muy desagradable sorpresa tras la cuantiosa inversión económica que había
realizado para poder llevar a sus hijos de altas capacidades intelectuales a
uno de estos centros educativos de moda: los
niños no tenían el nivel educativo/curricular adecuado para poder aprobar con
la nota que requieren las Universidades españolas para acceder a los estudios
universitarios que ellos querían realizar, puede que ni siquiera tuviesen el
nivel adecuado para aprobar las pruebas de obtención del actual título de
Bachillerato. Eso sí, su infancia
había sido y estaba siendo, de lujo: un
entorno pequeño y controlado, gran motivación por aprendizajes de lo más
diverso, rodeados de niños de alto nivel económico-socio-cultural, con montones
de actividades lúdico-deportivas, aire libre, materiales tecnológicos punteros,
sin exámenes ni presiones añadidas, sin traumas, …, en suma niños felices y
motivados pero sin el suficiente nivel curricular para acceder a cualquier
universidad, ya sea española o extranjera, de un país medianamente
desarrollado.
Un chico de bachillerato de altas capacidades
intelectuales, hijo de una buena amiga mía, hastiado del sistema educativo
español, se dejó convencer por los cantos de sirena de alguien que quería
vender un proyecto educativo de este tipo en Sudamérica y se marchó para hacer
de conejillo de indias en espera de que “los jardines ajenos fueran más verdes
que los propios”. Acaba de regresar
sintiendo que ha perdido siete meses de su vida, inversión económica aparte, al
comprobar que el proyecto no le servía para entrar en una Universidad de
prestigio y acceder a la formación profesional que él quería realizar. No obstante, ha aprendido muchísimo como
persona y ha madurado intensamente durante estos meses y puede que haya comprendido
que “más vale malo conocido, que bueno
por conocer”.
¿Qué os pretendo decir con esto? No que estos proyectos educativos sean en sí
mismos buenos ni malos, pero sí que, antes de invertir vuestro dinero y jugar a
los experimentos con el futuro de vuestros hijos, os aseguréis muy bien de que
ese cambio “social” en que debería traducirse esa nueva educación de vuestros
hijos se haya producido, porque la realidad que nos toca vivir es que vuestros
hijos van a tener que aprobar una serie de pruebas oficiales, no solo en
España, sino en cualquier otro país desarrollado, para poder acceder a una
formación universitaria de calidad, lo que se sigue midiendo en NOTAS
acreditativas de la superación de determinadas pruebas de acceso (EXAMENES)
sobre determinadas y concretas materias.
Esto si es que profesionalmente quieren alcanzar un
determinado nivel de éxito, de independencia económica, de reconocimiento
social, …, que les pueda conducir a tener, también, éxito en lo personal,
-no en el caso de que quieran dedicarse a otro tipo de profesiones que no requieran ese
nivel de exigencia intelectual, pero que también les pueda otorgar ese nivel de
éxito en lo personal.
Así que, cuidadín con las modas. Que paséis un buen día.
Esa es la verdadera realidad guste o no guste Belén. Como siempre estoy de acuerdo contigo y como dices, aunque nos gustaría mucho más todo lo otro, al final lo que cuenta son las notas y los títulos de organismos oficiales y eso sólo puede sacarse de una manera. A nuestros hijos no les queda otra que seguir aguantándose aunque no les guste porque finalmente en la vida les tocará aguantar otras cosas también. Es injusto cuando lo que quieren es aprender, y cuando nosotros vemos que eso es lo que quieren y lo que les gusta pero que a pesar de estar tantas horas encerrados en los centros educativos no siempre lo consiguen. Queda muchísimo por hacer y mientras se hace hay que seguir lidiando con lo que hay. Triste pero hay que ser realista.
ResponderEliminarUn abrazo
Es evidente, no todos los proyectos alternativos ofrecen ese objetivo. En Primaria no suele haber problema, pero en Secundaria y especialmente en Bachillerato, hay que incorporar rigor, trabajo y compromiso, atendiendo a lo que el adolescente desee para su futuro pero sin cerrarle puertas que luego puede decidirse por una carrera universitaria y no estar preparado ni tener la base necesaria.
EliminarEn el mundo homeschooler (o en escuelas alternativas con larga trayectoria y alumnos adolescentes) es habitual la escolarización en Secundaria, si los padres no cuentan con los recursos personales (o económicos para contratar academias o profesorado).
Pero no es indspensable, otros adolescentes siguen en casa y se preparan para Selectividad o acceso a instituciones educativas de otros países (con SAT o A.levels) o pruebas específicas en el caso de enseñanzas artísticas. Ahora mismo hay unos cuantos en esa situación y han accedido con éxito a las Universidades que deseaban, pero desde luego, sus padres y ellos mismos, comprendieron que la preparación de esos exámenes de acceso era importante.
En España la tradición de pedagogía no directiva es menor. En otros países se entiende mejor y los alumnos que se educan en escuelas de est tipo (Reggio Emilia o Montessori hecho con rigor en las etapas de Secundaria) no tienen ningún problema posterior.
Las creencias o las posiciones cerradas no benefician, a la larga, a los niños, pues el objetivo es que logren cumplir sus objetivos vitales, sin marcar nosotros su futuro por confiar en exceso en métodos únicos.