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sábado, 13 de mayo de 2017

¿Qué es el Cociente Intelectual y porqué las personas superdotadas tienen un CI superior a 130?



Cuando a unos padres se les indica que su hijo o hija es o no superdotado por tener un C.I. de más de 130, surgen todo tipo de preguntas y dudas sobre el porqué de este misterioso numerito mágico, al que se añaden aseveraciones como “porque lo dice la OMS”.  En esta entrada voy a tratar de explicar que es el CI y porqué se dice que las personas superdotadas son aquellas que tienen un CI igual o superior a 130, para lo que debo explicar una serie de cuestiones básicas de forma que una persona lega en la materia pueda comprenderlas con facilidad.

En primer lugar, para comprender el origen y la evolución del término sobredotación, es necesario hacer un poco de historia.

Desde el comienzo del siglo XX, los debates sobre la naturaleza de la sobredotación, se han focalizado en una cuestión fundamental:  La inteligencia de una persona, ¿Es el resultado principal de la herencia, (en inglés el término utilizado es “nature”) o bien es el resultado de los factores ambientales, “nurture”?

Muchos teóricos de la inteligencia aplicaron las ideas de Charles Darwin sobre la supervivencia del más capacitado para este debate. Por ejemplo, Sir Francis Galton, primo de Darwin, escribió un libro llamado “Hereditary Genius” (Genio Heredado), en 1869, que supuso un gran estudio sobre las Eminencias de aquella época, y concluyó que la inteligencia de un individuo la determina su herencia biológica mucho más que ningún otro factor. Este punto de vista además, dominó el campo de la educación durante bastantes años.

Los estudios médicos biométricos, basados en familias, gemelos y niños adoptados, han arrojado pruebas fiables sobre los orígenes genéticos y ambientales de las diferencias en el desarrollo, tanto generales como particulares (Plomin, DeFries, McClearn & McGuff, 2001), luego existe una base genética en la inteligencia que se materializa de forma fisiológica.

Este hecho ha sido corroborado en la actualidad por los numerosos estudios médicos realizados a través de neuroimagen.  Estos estudios han detectado que las personas superdotadas tienen unas características neurológicas determinadas que las hacen diferentes del resto de las personas, demostrando, por ejemplo, que  "el cerebro crece de forma distinta en los niños extremadamente inteligentes".

Entre este tipo de estudios clínicos destacan los realizados por Judith Rapoport, del Instituto Nacional de Salud Mental de EE UU, publicados en la Revista Nature quien junto a su equipo, analizó una muestra de 307 niños de Bethesda, Maryland,  USA, desde 1989 al 2006, a los que se les practicaron escáneres cerebrales con regularidad utilizando resonancias magnéticas. Esa serie de escáneres fue analizado por Philip Shaw, Jay Giedd y otros miembros del instituto, y por la McGill University de Montreal y en los mismos se estudiaron los cambios en el grosor del córtex cerebral, la fina capa de neuronas que reviste la superficie externa del cerebro y donde se producen numerosos procesos mentales importantes, llegando a dos importantes conclusiones:

·         Los investigadores creen que el cerebro de los superdotados es más moldeable o modificable.

·         El patrón general de maduración, es que el córtex desarrolla un mayor grosor a medida que el niño crece, y luego disminuye. La causa de esos cambios es desconocida, ya que la resolución no alcanza el nivel de las neuronas individuales. Pero, básicamente, el cerebro parece volver a cablearse cuando madura, y la reducción del grosor del córtex refleja un seccionado de conexiones redundantes. El análisis se inició para comprobar un hallazgo de Thompson: que ciertas zonas del lóbulo frontal del córtex son mayores en gente con mayor coeficiente intelectual (CI).

(Extracto del artículo publicado por New York Times, editado por el País el 4 de abril del 2006 que podéis leer completo aquí: http://elpais.com/diario/2006/04/04/salud/1144101603_850215.html)

Asimismo el siguiente artículo, publicado por la Biblioteca de Medicina de Estados Unidos y el Instituto Nacional de Salud Norteamericano y en la que participan autores como Roberto Colom, PhD* Roberto Colom, Universidad Autónoma de Madrid, España; Sherif Karama, MD Sherif Karama, McGill University, Montreal, Quebec, Canada; Rex E. Jung, PhD Rex E. Jung, The MIND Research Network, Albuquerque, New Mexico, USA; Richard J. Haier, PhD Richard J. Haier, University of California, Irvine, California, USA, recoge en su Abstrac que:

La inteligencia puede definirse como una habilidad mental general para razonar, resolver problemas y aprender. Debido a su naturaleza general, la inteligencia integra funciones cognitivas como la percepción, la atención, la memoria, el lenguaje o la planificación. Sobre la base de esta definición, la inteligencia se puede medir de manera fiable mediante pruebas estandarizadas con puntuaciones obtenidas que predicen varios resultados sociales amplios tales como logros educativos, desempeño en el trabajo, salud y longevidad. Una comprensión detallada de los mecanismos cerebrales que subyacen a esta capacidad mental general podría proporcionar importantes beneficios individuales y sociales. Los estudios de neuroimagen estructural y funcional han apoyado generalmente una red frontoparietal relevante para la inteligencia. También se ha encontrado que esta misma red subyace a las funciones cognitivas relacionadas con la percepción, el almacenamiento a corto plazo de la memoria y el lenguaje. La naturaleza distribuida de esta red y su implicación en una amplia gama de funciones cognitivas encaja bien con la naturaleza integradora de la inteligencia. Una nueva fase clave de la investigación comienza a investigar cómo las redes funcionales se relacionan con las redes estructurales, poniendo énfasis en cómo las áreas del cerebro distribuidas se comunican entre sí.


Por otra parte, no podemos obviar que estas diferencias neurológicas o fisiológicas no son observables a simple vista y no han podido constatarse hasta disponer de los medios técnicos adecuados para ello, por este motivo, el psicólogo francés, Alfred Binet (1905), creó a principios del siglo XX, una escala para distinguir a los estudiantes “normales” de los “débiles mentales” de las escuelas parisinas con el fin de adaptar su educación.  

Binet concebía la inteligencia como el “buen uso” de funciones mentales como la atención, la memoria, la discriminación y el juicio práctico, (Fancher, 1985). La escala por él construida, permitía evaluar el desarrollo intelectual de una forma empírica. Clasificaba a cada sujeto examinado comparando el número de elementos que había resuelto correctamente con el número promedio superado por los sujetos normales de distintas edades cronológicas que habían sido utilizados para estandarizar la prueba. A partir de esta comparación, se asignaba al sujeto una puntuación, expresada en unidades de edad, correspondiente a la edad en que por término medio los sujetos normales resolvían el mismo número de problemas que aquel había superado, puntuación que reflejaba la edad mental del sujeto. (Fernández-Ballesteros, 1998); esto es, nace hace un siglo el C.I. o Cociente Intelectual, término que fue empleado por primera vez por el psicólogo Universidad de Breslavia, William Stern en 1912:

                                         Edad Mental
Cociente Intelectual =      ----------------------   x 100  
                                     Edad Cronológica

El psicólogo estadounidense Lewis Terman (1916) de la Universidad de Stanford revisó el test de Binet-Simon, y modificó su nombre por el de Escala de Inteligencia Stanford-Binet (1996), convirtiéndose en la prueba más popular en los Estados Unidos durante décadas.  El C.I. se convertiría así en la principal medida de la inteligencia y se recogería como tal por la comunidad científica internacional y en este sentido viene siendo utilizado desde entonces (OMS incluida).

Lewis Terman, centró su atención en el desarrollo y administración de la Escala de Inteligencia Standford-Binet para diagnosticar a los individuos superdotados y talentosos, que eran aquellos individuos que puntuaban en el percentil 99 de la población en la prueba Standford-Binet. En términos cuantificables, las palabras “superdotado y talentoso” equivalían a una puntuación de inteligencia en el test, de al menos, 135 de C.I.;  para ello  llevo a cabo un importante estudio longitudinal:  junto a sus colaboradores,  evaluaron a 1500 niños y niñas en edad escolar de las escuelas de California,  con un CI superior a 140, e hicieron un seguimiento de sus vidas a lo largo de los años, desde 1920 hasta 1955 aproximadamente, y posteriormente, los colaboradores de Terman, continuaron hasta 1972.

Este estudio longitudinal, aportó una gran cantidad de información sobre cómo aquellos niños, precozmente inteligentes, llegaban a ser eminencias; sobre cómo sus padres influían en sus intereses, sus elecciones, y en su estabilidad emocional; y sobre cómo una educación enriquecida y acelerada lograba un gran rendimiento.

Siguiendo con esta forma de entender la inteligencia, un niño de Altas Capacidades, por pura definición del cociente intelectual en origen, tiene una edad mental muy superior a su edad cronológica;  esto quiere decir que si un niño superdotado tiene un CI de 130, se supone que a los 4 años tendrá una edad mental superior a 5 años, del mismo modo, a los 8 años su edad mental es de 11 y a los 10 años tendrá, como mínimo una edad mental de 13 años, una mente adolescente.

Aunque aún se emplea habitualmente el término C.I. para referirse al resultado de un test de inteligencia, la puntuación de los test empleados hoy día, como la Escala Wechsler de Inteligencia para Adultos, se basan en la proyección del rango medido del sujeto en una campana de Gauss formada por la distribución de los valores posibles para su grupo de edad, con un valor central (inteligencia media) de 100 y una desviación estándar de 15.  En términos generales, los valores por encima de 100 están por encima de la media; los valores por debajo de 100 están por debajo de la media, pero la desviación hace que la línea no esté tan delimitada. Además, distintos test pueden tener distintas desviaciones estándar.

 Resultado de imagen de imagen campana de gauss inteligencia


Como se llega a establecer esta curva de distribución poblacional:  tomando muchísimas medidas de CI de la población y reflejándolas en un plano de coordinadas, se llega a comprobar que dibujan una figura que no es aleatoria, sino que dibujan una figura de campana con una determinada desviación estándar, que no es sino la medida matemática que refleja hasta qué punto un dato se separa de la media, tanto por arriba como por abajo.

Hoy en día los diferentes tipos de test de inteligencia se basan en diferentes marcos teóricos y concepciones de la inteligencia. Sin embargo, es común que estas herramientas de medida incluyan puntuaciones sobre ámbitos de competencia específicos (lenguaje, inteligencia espacial, etc.) en varios niveles de abstracción, y que ofrezcan también un Factor G, como valor que resume la inteligencia general del individuo.

Por último, es importante aclarar que el cociente intelectual (CI) no se puede utilizar como sinónimo de inteligencia, pues es solamente un estimador de la misma, lo que no le quita un ápice de validez a la hora de llevar a cabo estudios clínicos en la materia.

Espero haberos aclarado algo este tema.
Feliz semana.

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