Cuando a unos padres se les
indica que su hijo o hija es o no superdotado por tener un C.I. de más de 130,
surgen todo tipo de preguntas y dudas sobre el porqué de este misterioso
numerito mágico, al que se añaden aseveraciones como “porque lo dice la OMS”. En
esta entrada voy a tratar de explicar que es el CI y porqué se dice que las
personas superdotadas son aquellas que tienen un CI igual o superior a 130,
para lo que debo explicar una serie de cuestiones básicas de forma que una persona
lega en la materia pueda comprenderlas con facilidad.
En primer
lugar, para comprender el origen y la evolución del término sobredotación, es
necesario hacer un poco de historia.
Desde el comienzo del siglo XX,
los debates sobre la naturaleza de la sobredotación, se han focalizado en una
cuestión fundamental: La inteligencia de
una persona, ¿Es el resultado principal de la herencia, (en inglés el término
utilizado es “nature”) o bien es el resultado de los factores ambientales,
“nurture”?
Muchos teóricos de la inteligencia
aplicaron las ideas de Charles Darwin sobre la supervivencia del más capacitado
para este debate. Por ejemplo, Sir Francis Galton, primo de Darwin, escribió un
libro llamado “Hereditary Genius” (Genio Heredado), en 1869, que supuso un gran
estudio sobre las Eminencias de aquella época, y concluyó que la inteligencia
de un individuo la determina su herencia biológica mucho más que ningún otro
factor. Este punto de vista además, dominó el campo de la educación durante
bastantes años.
Los estudios médicos biométricos,
basados en familias, gemelos y niños adoptados, han arrojado pruebas fiables sobre
los orígenes genéticos y ambientales de las diferencias en el desarrollo, tanto
generales como particulares (Plomin, DeFries, McClearn & McGuff, 2001),
luego existe una base genética en la inteligencia que se materializa de forma
fisiológica.
Este hecho ha sido corroborado en
la actualidad por los numerosos estudios médicos realizados a través de neuroimagen. Estos estudios han detectado que las personas
superdotadas tienen unas características neurológicas determinadas que las
hacen diferentes del resto de las personas, demostrando, por ejemplo, que "el
cerebro crece de forma distinta en los niños extremadamente inteligentes".
Entre este tipo de estudios
clínicos destacan los realizados por Judith Rapoport, del Instituto Nacional de
Salud Mental de EE UU, publicados en la Revista Nature quien junto a su equipo, analizó una muestra de 307 niños de
Bethesda, Maryland, USA, desde 1989 al 2006,
a los que se les practicaron escáneres cerebrales con regularidad utilizando
resonancias magnéticas. Esa serie de escáneres fue analizado por Philip Shaw,
Jay Giedd y otros miembros del instituto, y por la McGill University de
Montreal y en los mismos se estudiaron los cambios en el grosor del córtex
cerebral, la fina capa de neuronas que reviste la superficie externa del cerebro
y donde se producen numerosos procesos mentales importantes, llegando a dos
importantes conclusiones:
·
Los investigadores creen que el cerebro de los superdotados es más
moldeable o modificable.
·
El patrón general de maduración, es que el córtex desarrolla un mayor
grosor a medida que el niño crece, y luego disminuye. La causa de esos cambios
es desconocida, ya que la resolución no alcanza el nivel de las neuronas
individuales. Pero, básicamente, el cerebro parece volver a cablearse cuando
madura, y la reducción del grosor del córtex refleja un seccionado de
conexiones redundantes. El análisis se inició para comprobar un hallazgo de
Thompson: que ciertas zonas del lóbulo frontal del córtex son mayores en gente
con mayor coeficiente intelectual (CI).
(Extracto del artículo publicado
por New York Times, editado por el País el 4 de abril del 2006 que podéis leer
completo aquí: http://elpais.com/diario/2006/04/04/salud/1144101603_850215.html)
Asimismo el siguiente artículo, publicado
por la Biblioteca de Medicina de Estados Unidos y el Instituto Nacional de
Salud Norteamericano y en la que participan autores como Roberto
Colom, PhD* Roberto Colom, Universidad Autónoma de
Madrid, España; Sherif
Karama, MD Sherif Karama, McGill University, Montreal, Quebec,
Canada; Rex
E. Jung, PhD Rex E. Jung, The MIND Research Network, Albuquerque,
New Mexico, USA; Richard
J. Haier, PhD Richard J. Haier, University of California, Irvine,
California, USA, recoge en su Abstrac que:
La inteligencia puede definirse
como una habilidad mental general para razonar, resolver problemas y aprender.
Debido a su naturaleza general, la inteligencia integra funciones cognitivas
como la percepción, la atención, la memoria, el lenguaje o la planificación.
Sobre la base de esta definición, la inteligencia se puede medir de manera
fiable mediante pruebas estandarizadas con puntuaciones obtenidas que predicen
varios resultados sociales amplios tales como logros educativos, desempeño en
el trabajo, salud y longevidad. Una comprensión detallada de los mecanismos
cerebrales que subyacen a esta capacidad mental general podría proporcionar importantes
beneficios individuales y sociales. Los estudios de neuroimagen estructural y
funcional han apoyado generalmente una
red frontoparietal relevante para la inteligencia. También se ha encontrado
que esta misma red subyace a las funciones cognitivas relacionadas con la
percepción, el almacenamiento a corto plazo de la memoria y el lenguaje. La
naturaleza distribuida de esta red y su implicación en una amplia gama de
funciones cognitivas encaja bien con la naturaleza integradora de la
inteligencia. Una nueva fase clave de la investigación comienza a investigar
cómo las redes funcionales se relacionan con las redes estructurales, poniendo énfasis
en cómo las áreas del cerebro distribuidas se comunican entre sí.
Por otra parte, no podemos obviar
que estas diferencias neurológicas o fisiológicas no son observables a simple
vista y no han podido constatarse hasta disponer de los medios técnicos
adecuados para ello, por este motivo, el psicólogo francés, Alfred Binet
(1905), creó a principios del siglo XX, una escala para distinguir a los
estudiantes “normales” de los “débiles mentales” de las escuelas parisinas con el fin de adaptar su educación.
Binet concebía la inteligencia
como el “buen uso” de funciones mentales como la atención, la memoria, la
discriminación y el juicio práctico, (Fancher, 1985). La escala por él
construida, permitía evaluar el desarrollo intelectual de una forma empírica.
Clasificaba a cada sujeto examinado comparando el número de elementos que había
resuelto correctamente con el número promedio superado por los sujetos normales
de distintas edades cronológicas que habían sido utilizados para estandarizar la
prueba. A partir de esta comparación, se asignaba al sujeto una puntuación,
expresada en unidades de edad, correspondiente a la edad en que por término
medio los sujetos normales resolvían el mismo número de problemas que aquel
había superado, puntuación que reflejaba la edad mental del sujeto.
(Fernández-Ballesteros, 1998); esto es, nace hace un siglo el C.I. o Cociente
Intelectual, término que fue empleado por primera vez por el psicólogo Universidad de Breslavia, William Stern en 1912:
Edad
Mental
Cociente Intelectual = ---------------------- x 100
Edad Cronológica
El psicólogo estadounidense Lewis
Terman (1916) de la Universidad de Stanford revisó el test de Binet-Simon, y modificó
su nombre por el de Escala de Inteligencia Stanford-Binet (1996), convirtiéndose en la prueba más popular en los
Estados Unidos durante décadas. El C.I.
se convertiría así en la principal medida de la inteligencia y se recogería
como tal por la comunidad científica internacional y en este sentido viene
siendo utilizado desde entonces (OMS incluida).
Lewis Terman, centró su atención en
el desarrollo y administración de la Escala de Inteligencia Standford-Binet
para diagnosticar a los individuos superdotados y talentosos, que eran aquellos
individuos que puntuaban en el percentil 99 de la población en la prueba
Standford-Binet. En términos cuantificables, las palabras “superdotado y
talentoso” equivalían a una puntuación de inteligencia en el test, de al menos,
135 de C.I.; para ello llevo a cabo un importante estudio
longitudinal: junto a sus colaboradores,
evaluaron a 1500 niños y niñas en edad
escolar de las escuelas de California, con
un CI superior a 140, e hicieron un seguimiento de sus vidas a lo largo de los
años, desde 1920 hasta 1955 aproximadamente, y posteriormente, los colaboradores
de Terman, continuaron hasta 1972.
Este estudio longitudinal, aportó
una gran cantidad de información sobre cómo aquellos niños, precozmente
inteligentes, llegaban a ser eminencias; sobre cómo sus padres influían en sus intereses,
sus elecciones, y en su estabilidad emocional; y sobre cómo una educación
enriquecida y acelerada lograba un gran rendimiento.
Siguiendo con esta forma de
entender la inteligencia, un niño de Altas Capacidades, por pura definición del
cociente intelectual en origen, tiene una edad mental muy superior a su edad
cronológica; esto quiere decir que si un
niño superdotado tiene un CI de 130, se supone que a los 4 años
tendrá una edad mental superior a 5 años, del mismo modo, a los 8 años su edad
mental es de 11 y a los 10 años tendrá, como mínimo una edad mental de 13 años,
una mente adolescente.
Aunque aún se
emplea habitualmente el término C.I. para referirse al resultado de un test de
inteligencia, la puntuación de los test empleados hoy día, como la Escala
Wechsler de Inteligencia para Adultos, se basan en la
proyección del rango medido del sujeto en una campana
de Gauss formada por la distribución de los valores posibles para su
grupo de edad, con un valor central (inteligencia media) de 100 y una desviación estándar de 15. En términos
generales, los valores por encima de 100 están por encima de la media; los
valores por debajo de 100 están por debajo de la media, pero la desviación hace
que la línea no esté tan delimitada. Además, distintos test pueden tener
distintas desviaciones estándar.
Como se llega a establecer esta
curva de distribución poblacional:
tomando muchísimas medidas de CI de la población y reflejándolas en un
plano de coordinadas, se llega a comprobar que dibujan una figura que no es
aleatoria, sino que dibujan una figura de campana con una determinada
desviación estándar, que no es sino la medida matemática que refleja hasta qué punto un dato se separa de la media, tanto por arriba como por abajo.
Hoy en día los diferentes
tipos de test de inteligencia se basan en diferentes marcos teóricos y
concepciones de la inteligencia. Sin embargo, es común que estas herramientas
de medida incluyan puntuaciones sobre ámbitos de competencia específicos (lenguaje,
inteligencia espacial, etc.) en varios niveles de abstracción, y que ofrezcan
también un Factor G, como valor que resume la inteligencia general del
individuo.
Por último, es
importante aclarar que el cociente intelectual (CI) no se puede utilizar como
sinónimo de inteligencia, pues es solamente un estimador de la misma, lo que no
le quita un ápice de validez a la hora de llevar a cabo estudios clínicos en la
materia.
Espero haberos
aclarado algo este tema.
Feliz semana.
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