Estamos a primeros de Junio y pronto llegarán las
vacaciones de verano, lo que será motivo de alegría para unos y de preocupación
para otros. Alegría para muchos niños
que se sienten encarcelados en horario escolar y que necesitan descansar,
jugar, aburrirse y soñar, aprender cosas distintas y tener experiencias
diferentes; preocupación para esos padres que no disponen de vacaciones y no
saben cómo atender a sus hijos durante ese período que se les antoja eterno,
que lo tienen difícil para llegar a fin de mes o directamente, no llegan a fin
de mes, y no disponen de un dinero extra para que su hijo haga “ese curso,
campamento, viaje” que posiblemente les
haga a ellos más felices que a su hijo (porque son ellos quienes realmente
desearían haber hecho ese curso).
Cuando miro la cantidad de ofertas que ruedan por las
redes sociales de “Campamentos y cursos de verano” para niños de AACC, me surgen
varios sentimientos casi contradictorios: por un lado, la alegría de ver una
oferta desbordante que no existía, ni muchísimo menos, cuando yo era pequeña o
cuando lo eran mis hijos; por otro lado, un asombro increíble al ver la, también, desbordante
imaginación o el increíble morro, según se mire, que le echan algunos a la hora
de montar un “curso, campamento, viaje” para niños de AACC, por último, la empatía hacia esos padres que, sin poder hacer frente a ese dispendio creen que “no lo
están haciendo bien” con sus hijos de AACC por no poder hacer “cosas” ese
verano.
Y es que aunque el refrán español diga aquello de “Sales
más caro que un niño tonto”, la experiencia me dice que “un niño listo sale tan
caro o más caro que uno tonto”, sobre todo si te dejas llevar por las modas o
por el consumismo o si no le echas "sentido común" a la vida.
Y me sale la vena maternal y no puedo sino lanzarme a
escribir para deciros unas cuantas cosas, fruto de la experiencia, sobre esos
maravillosos cursos y campamentos de verano que van desde el típico estival de inglés,
la robótica (con lego, sin lego, …), la música, el arte, hasta el buceo.
1º) La palabra
vacaciones se deriva del latín “vacans”,
participio del verbo vacare (estar
libre, desocupado, vacante) y se denominan vacaciones a los días dentro de un
año que se toman como descanso total o el receso de la actividad (estudio o
trabajo) en un período determinado.
Al igual que
alimentarse o dormir, el descanso es una necesidad biológica y mental
imprescindible después de largas jornadas de trabajo, más en los niños de AACC
que, mayormente han estado “malviviendo” la escuela, casi como si fuera una cárcel o como un
centro de conflictos, ansiedad y frustración.
Desde mi punto de vista y basándome en el conocimiento y la experiencia, tal como he dicho al principio, en los niños, ante todo, las vacaciones son para
descansar, dormir, jugar, aburrirse, soñar, salir de la rutina, hacer cosas
distintas que no tienen porqué “ser útiles” al estilo de las nuestras, sentirse amados, seguros y tranquilos.
Mis mejores recuerdos sobre la época estival son esos
eternos días de verano al sol sin hacer absolutamente nada, jugando a los
naufragios en la piscina, para cabreo de mis padres, con cáscaras de sandía en
las que se habían subido un montón de hormigas descuidadas. Leyendo encima de
la cama en la inevitable siesta, novelas policiacas, de vaqueros o románticas,
aquellas que cayeran un mis manos.
Trasnochar mirando las estrellas u oyendo música y levantarse casi a
medio día, con otro larguísimo día sin nada que hacer por delante.
2º) Vivimos en una
sociedad competitiva y consumista y queremos ser “los mejores padres del mundo
mundial”.
Vale, si tu eres de esos padres que se empeñan en hacer
cosas “útiles”, -yo también lo he sido- te diré: ahora que son mayores, mis hijos
prácticamente no se acuerdan de esos “maravillosos cursos y campamentos de
verano para niños/as de AACC” a los que los llevé durante su infancia. Para mi coraje, tampoco se acuerdan de todos
esos viajes culturales que hicimos durante esa época por medio mundo y que nos costaron una pequeña fortuna. Yo sí que me acuerdo de la ilusión que me
hacía, de los problemas de intendencia de viajar con niños pequeños, de los
equilibrios económicos durante el invierno para aprovechar el verano, de que
pensaba que estaba ampliando su mundo y sus posibilidades, de que pensaba que
llenar su tiempo con todo tipo de actividades era lo mejor para ellos…. Conclusión, quien era feliz con esos viajes y
actividades era yo, no ellos.
Sí que recuerdan los campamentos de Taekwondo de Dinamarca,
a los que acudimos durante 5 años y de los viajes que han hecho a partir de los
11-12 años, pero los anteriores quedan en una nebulosa solo refrescada por las
fotografías que prueban que ellos estuvieron allí y lo hicieron. Y según ellos, los campamentos de verano
especializados no fueron tan fantásticos y, palabras textuales, “nos los
podríamos haber ahorrado”.
– ¡¡¡¡ Choffff
!!!!
Una de mis mayores sorpresas al hablar con ellos sobre
este tema es que uno de sus viajes más felices y que mejor recuerdan fue el de
una semana en Marruecos, en un Hotel de 5 estrellas con todo incluido, en el
que no hicimos absolutamente nada, excepto descansar.
3º) Aquello de las
vacaciones útiles. (-¿Para quién?- deberíamos preguntarnos)
Si os empeñáis en medir el tiempo de vuestros hijos como
si fuera el vuestro, a pesar de que vuestras necesidades y las suyas son muy
diferentes, o si queréis lavaros la conciencia de la culpabilidad que supone no
saber dónde vais a colocar a los niños durante las vacaciones porque vosotros
no las tenéis. – Perdón, cierto: no todo el mundo tiene la suerte de tener
vacaciones, no nos lo podemos permitir y no tenemos con quién dejar a los niños
fuera de nuestro horario laboral, ...-, os vais a encontrar montones de excusas, - sí, se me ve el plumero-, de sabios
artículos educativos y, supuestamente, pedagógicos, incluso, sanitarios, que os hablarán de las
bondades de las “vacaciones útiles”, o de “hacer deberes en verano”, cuestión
esta a la que nosotros nos hemos negado siempre por principio y que es tan
fácil como enviar una nota al Colegio diciendo esto mismo.
Si es así, deberéis plantearos algunas cuestiones, porque
en este mundo, como en todos, “no es oro todo lo que reluce”.
Antes de arruinar las vacaciones de toda la familia o de
pedir un crédito para enviar a tu hijo/a a ese maravilloso curso/campamento,
detente un momento y plantéate las siguientes preguntas:
¿De verdad que ese curso de buceo/inglés/robótica/música,… para
niños de 6 a 18 años es lo que tu hijo/a de AACC necesita? ¿En qué se diferencia ese curso de un curso de
buceo/… para niños/as “normales” de 6 a 18 años, salvo en que cuesta el doble? ¿Si
agrupan a los niños por edades y no por capacidades, no es más de lo mismo?
¿Quién te asegura que solo los niños/as de AACC van a
acudir a estos campamentos? ¿Tanto merece la pena que tu hijo/a se junten
con otros niños/as con AACC como para que te gastes lo que no tienes en estos
campamentos? ¿Sabe tu hijo relacionarse
con otros niños, sean o no sean de AACC? ¿Estar rodeado de otros niños y
apartado de su entorno tras un curso “complicado” es lo que tu hijo/a realmente
necesita?
¿Quiénes son esos
supuestos “especialistas en AACC” que han aparecido como las setas por haber
hecho “un curso de formación” sin ningún tipo de homologación y sin la más mínima
experiencia en este campo, para dar ese curso?
¿En qué le va a beneficiar a tu hijo hacer ese curso? ¿Le
va a hacer más feliz, mejor persona?, ¿Le va a ser, siquiera, útil?
Por último ¿quiere tu hijo, realmente, hacer ese
curso?
Obviamente, mi experiencia es mía, pero es experiencia a
fin y al cabo y dice el refrán que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Todo lo que vuestros hijos realmente necesitan es sentirse amados, seguros, tranquilos y disfrutar de vosotros con mucho, muchísimo tiempo por delante para algo tan maravilloso como "vaguear".
Sed felices.
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